Este emblema del Eixample encara una segunda vida con una modernización prudente bajo la propiedad de Somos Esencia.

Cerró el pasado septiembre, pero hay locales que tienen un perfil popular demasiado querido para dejarlos morir. El histórico Bar Bauma (Roger de Llúria, 124) acaba de reabrir su icónica marquesina en Roger de Llúria con Diagonal. El propietario del bar-restaurante, Joan Altarriba, lo ha traspasado al grupo de restauración Somos Esencia, propietarios de Bestial, Barraca y Agua. Según Altarriba, el traspaso se ha hecho "con la condición que el bar continúe en manos de alguien que tenga los mismos valores que nosotros".

Los valores del Bar Bauma no son otros que los de la cotidianidad y los del uso diario. Abierto justo después de la Segunda Guerra Mundial, fue uno de los primeros locales de pública concurrencia modernos del Eixample (y según le oí decir a Altarriba, fue el primer bar de la ciudad que tuvo un televisor de cara al cliente). Durante la década de los noventa y principios de 2000, se convirtió en una tertulia de escritores: te podías encontrar a Quim Monzó, Joan de Sagarra o Marsé, pero en realidad lo importante era la calma que transmitía el bar, en un enclave estratégico, y poder zamparse un buen desayuno o un menú del día decente y abundante.

Bauma significa "abrigo rocoso en una cueva natural poco profunda en la que penetra la claridad". Y la hendidura de la entrada oscura, debajo del cartel icónico y entre paredes pétreas, sigue prometiendo eso. Según la dirección de Somos Esencia, la modernización del local ha sido quirúrgica. "La renovación del interiorismo ha sido muy prudente, dejamos la barra intacta y también el detalle de la carabela de cerámica encima de la cafetera", explican. No cambia el horario intensivo: todos los días de 9 a 23 h, "para atender a un perfil de cliente que abarca de ancianos a nietos, y donde todo el mundo te cuenta su historia con el bar cuando vuelve a entrar", dicen satisfechos.

También han mantenido la oferta de desayunos que era la marca de la casa: bocadillos de flauta de tortilla, jamón ibérico y fuet, o el clásico de atún con mayonesa y pimiento asado hablan de un modo de desayunar cien por cien barcelonés. Para el almuerzo, plato caliente de cuchara (fricandó, albóndigas con sepia, rabo de toro...) y un repertorio de tapas clásicas. Y también las inevitables concesiones al turista que hace cola en La Casa de les Punxes: tatakis, tostadas con aguacate y los huevos benedict, pero todo a precios que no gentrifican.

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